Hoy por alguna razón amanecí acordándome de Buenos Aires y sus derroches infinitos de nostalgia. Me encuentro en la fea, polvorienta y post-apocalíptica Toluca, que nada comparte con Baires salvo la luz de la mañana.
Me recuerda por alguna razón un día perfecto que pasé en el barrio de Recoleta alguna vez y esto a su vez está irremediablemente encadenado a la anterior noche de tormenta en aquella ciudad.
Toda mi semana previa había estado plagada de calamidades y durante varios días parecía también que la ciudad se iba a ahogar con tantos diluvios.
Al final, solo planeaba perderme en un sueño profundo sin sueños y darle un respiro a los músculos cansados. Mas sin embargo ni el oráculo mas audáz se habría atrevido a pronosticar el repentino cambio de viento que iba a suceder por aquellos lugares esa última noche.
La cuál la enfrenté quizá con uno de los mas bellos ángeles de la ciudad (si es que fuera de ella, la urbe tiene alguno).
Sobre su evidentemente oscuro y enigmático pasado no quize indagar ni saber nada. Me bastó con la oportunidad de haber dormido con ella.
En medio de la oscuridad pude sentir una gran cicatriz desde su espalda a su abdomen que no hizo mas que resaltar la suavidad de su piel al tacto. Un cuerpo hecho para abrazar y besar.
Allí dejó de existir el cansancio, el desánimo, la blue note y hasta la tormenta.
No recuerdo mucho de lo que hablamos pero dos frases me quedaron grabadas en la memoria:
- Argentina cruel...
- Mexicano malo...
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