Saturday, December 31, 2011

Todo duerme

Todo está en calma y justo en este momento lo veo claro: El concierto No. 2 de Rachmaninov es una madrugada helada y una mañana fría de invierno soleada pero llena de nieve.

Tuesday, December 27, 2011

Afuera Brilla el Sol

Por razones desconocidas me encontré soñándome dentro de una gran institución mental del siglo XVI casi barroca pero con enormes brocados árabes, tenía miles de pabellones inmensos y a la vez claustrofóbicos. Aquella estaba atestada de enfermos mentales y gente "peculiar".

Allí me dio por seguir a cierto personaje vestido con una bata médica de los años cincuenta aunque en realidad se tratase de otro interno mas, salvo que tenía al mismo tiempo la responsabilidad de vigilar el pabellón de las mujeres leprosas y otros tantos de especial peligrosidad.

Aquellas estaban atestadas en un estrecho y largo corredor con una sola entrada a través de una pesada puerta de hierro con una pequeña ventanilla cubierta de un grusesísimo vidrio. Apenas cabían, habían perdido todo el cabello y la piel violácea se les caía a girones. Sus dientes y uñas eran duros y afilados como el acero; también eran terriblemente violentas y atacaban a quien tuvieran enfrente sin mas.

Yo ayudaba al recluso porque que para esos momentos había caído en cuenta que poseía un ligero retraso mental. Debíamos entrar y seleccionar a aquellas que nos sirvieran para planear una fuga. Porque en ese lugar no había opción de salir, estábamos condenados a pasar el resto de nuestras vidas encerrados.

Después de una violenta confrontación en la que apenas salimos vivos, el cumplió su trabajo de rutina pero no pudo encontrar ninguna que nos sirviera para huír.

Recorriendo los pabellones encontramos a una encantadora aunque tosca joven, tenía justamente 23 años, morena y de cabello largo y negro. Era otra interna que se nos unió en la búsqueda de una salida a aquella prisión.

Recorrimos cientos de aquellos oscuros, fríos y húmedos pabellones de techos altos como catedrales. Cada uno de ellos estaban atestados de toda clase de enfermos que iban y venían deambulando sin propósito alguno y con la mirada perdida recorriendo el suelo cuadriculado de mosaicos blancos y negros que parecía extenderse hasta el infinito.

Aquí y allá en mitad de cada estancia se podían ver catres mugrosos hechos de gasa, cenizas de fogatas apagadas y latas de comida vacías esparcidas por el piso. En algunos dormían enfermos que parecían tener tuberculosis, estaban totalmente envueltos en harapos hediondos y solo se oían sus violentos tosidos y escupitajos.

A mitad del camino encontramos un tercer personaje sin ninguna particularidad y casi etéreo que se unió a nuestra misión. El lugar parecía interminable y nunca jamás encontramos nada que nos pudiera ayudar a escapar.

De pronto, nuestro errar sospechoso llamó la atención de las autoridades y la segunda al mando. Una mujer vestida de negro chaparra y algo rechoncha, junto con su séquito se presentó para "hablar" con mi amiga y llevarse al tercer personaje.

El que vestía de doctor y yo apenas pudimos escabullirnos, sin embargo su condición mental se había degradado aún mas. Que tristeza ver que había perdido a mi amiga!.

En ese momento comprendí que dependía completamente de mí salir de allí y ayudar al que vestía de doctor. Así que recordando su última plática (que en realidad nunca tuvimos) me decidí a entrar en el pabellón de las mujeres leonas, que era el peor de todos.

Este resultaba ser casi exactamente igual que el de las mujeres leprosas excepto que estas últimas estaban todas cubiertas de un grueso y largo pelo negro por todo el cuerpo y la cara. Solo se distinguía entre tanta negrura y mugre un par de ojos rabiosos y llameantes.

Dejé a mi amigo afuera, aunque ya sin ninguna facultad mental. No sabía si lo volvería a ver, temía que deambulara sin rumbo y perderlo entre el laberinto de pabellones. Pero no tenía opción.

En cuanto entré al pabellón me vi rodeado de aquellos seres negros, casi tuve que entrar a la fuerza porque eran tantos y tan reducido era el espacio que casi nadie se podía mover. Todas saltaron contra mi lanzando feroces aullidos y zarpazos con aquellas enormes garras. Contra todo pronóstico pude librarme y obtener aquella cosa metafísica que había ido a buscar y no sin una violenta lucha por sobrevivir. Logré salir con el corazón latiendo al límite y cerrar la puerta justo antes de que ellas pudieran escapar.

Mi desmemoriado amigo seguía allí parado, lo jalé de la bata y con paso apresurado nos dirigíamos a la salida. Cuando cruzando un pequeño patio arabesco me topé frente a frente con la segunda al mando y a mi amiga caminando con ella como parte de su séquito.

Le pedí hablar con ella y la sustraje a jalones de la pequeña escolta, la segunda al mando dió un pequeño gesto de aprobación, podía hablar conmigo unos minutos. Aunque sabía de antemano que la había perdido, debía intentar convencerla a como diera lugar.

La escolta siguió su camino hacia dentro de algún pabellón, sin embargo dejó tras de sí una anciana barrendera con el propósito de espiar nuestra conversación. Rápidamente la jalé a la chica y a mi amigo en dirección contraria para que no pudiera alcanzarnos la anciana.

Le expliqué mientras caminábamos al patio contiguo que podríamos salir de allí, que era posible escapar pero habría que hacerlo deprisa, la oportunidad era esta y solo esta; era ahora o nunca.

En su rostro no había mas que miedo cuando me dijo que nunca nadie había logrado salir de allí, que la directora todo lo ve y todo lo controla. El castigo por escapar era deambular por el manicomio completamente loco por la eternidad.

En aquellos momentos sin percatarme, habíamos dado los pasos metafísicos requeridos para salir de allí. Nos encontrábamos en un oscuro vestíbulo de piedra donde surgían como árboles cientos de columnas viejas de estuco y argamasa. Soplaba un gélido viento proveniente del otro extremo, donde justamente allí, surcado por negras rejas estaba la salida.

Caminamos cada vez mas lento hacia la calle mientras ella me describía aquel horrible castigo, afuera la gente ya no parecían espectros sino gente viva de carne y hueso que caminaba en su mundo, al parecer sin percatarse del frío vestíbulo.

Con miedo nos detuvimos a unos metros de la puerta abierta en medio de las rejas negras. Entre nosotros y ella había un guardián sin rostro, sabía que habría otros tantos mas pero estaban dispersos por el enorme vestíbulo.

Es ahora o nunca, "¿que me espera fuera?", me dijo ella. "Afuera brilla el sol", le contesté yo. Afuera se puede ser libre, comprendí cuando contemplé como el sol espléndido bañaba la calle, todo lo que había en ella y a todos los que estaban en ella. El brillo intenso de la luz de la mañana casi nos lastimaba la vista.

La libertad estaba a un último paso, atacaría al guardia súbitamente y habría que correr como demonios hasta la salida. Era cuestión de actuar con rapidez y todo habría terminado. Bastó con ver al guardia y dirigir mis vista a la salida para que ella lo comprendiera todo. No había tiempo que perder, si fallábamos esta oportunidad nunca se volvería a repetir.

Sujeté a mi amigo de la bata por el hombro con la mano derecha, con la izquierda así mi pequeña maleta de rueditas azul que se había materializado de súbito; la chica correría atrás de mi.

Tomé aire y con toda la rapidez que fui capaz me acerqué a aquél guardián, usé mi maleta como maza y con todas mis fuerzas lo golpeé en lo que de haber tenido sería su rostro. Nunca se lo esperó y fue tan súbito que calló con un golpe seco en el suelo.

Entonces todo se desencadenó, estallaron las alarmas, los enfermos empezaron a gritar de dolor como si sufrieran la peor tortura imaginable y los demás guardianes corrían hasta nosotros. En un último vistazo atrás pude ver a la directora a unos pasos atrás de nosotros, vestida de negro, con ojos hundidos, alta y siniestra enterrar una gran jeringa en el cuello de la vieja barrendera que para esos momentos ya estaba muerta.

Corrimos con todas nuestras fuerzas la distancia que nos separaba del umbral y justo al momento de alcanzarlo, justo en ese momento las estridentes alarmas se volvieron el timbre del teléfono y me desperté en este mundo.

Saturday, December 24, 2011

My only wish this year

La ciudad quedó desierta desde temprano. Eramos en algunas cuadras aparentemente los únicos transeutes, los pocos que trabajaron se apresuraban a volver a sus casas.

Aquí, afuera brillan los adornos en las casas y todo mundo parece estar dispuesto a cenar desde hace varias horas. Dentro, los foquitos del árbol están parpadeando enfrente de mi, abajo los regalos.

La cena debieron comprarla de acuerdo a mis instrucciones, espero sea una noche tranquila. No creo que ese solo deseo se me cumpla.

Un poco de blues y un poco de vino, no pido mas. Ya el lunes me traerán a mi Dragona Roja que hoy duerme en algún punto de la ciudad.

Friday, December 16, 2011

Coyote Moon Rising

Una ligera lengua del viento helado de la noche se cuela por algún misterioso defecto de sellado en los cristales traseros del auto. No alcanza a enfriar el habitáculo pero de cuando en cuando la oigo silbar monótonamente.



El termómetro marca de los menos dos a los cuatro grados en el exterior, aunque solo lo veo de reojo cuando compruebo que no estoy excediendo las millas permitidas. El motor ronronea al compás del pedal del acelerador al tiempo que desliza al auto de manera casi armónica por la carretera.



El sueño que tenía justo antes de haber cambiado de lugares con mi compañero se esfumó por arte de magia y en su lugar me dan unas ganas locas de seguir avanzando en medio de aquel inmenso desierto que parece extenderse hasta el infinito.



En aquel camino apartado ni un alma circula por la carretera y en ocasiones se deja ver la luna bañando la arena, montañas y rocas en un blanco espectral. Es entonces que puedo ver la nieve y el hielo incrustados en las mismas raíces del desierto, en los riscos de las laderas, en los matorrales extendiéndose por miríadas hasta donde la oscuridad le permite a la vista.



Se ha ido la luna pero me encuentro con un coyote que furtivo se ha cruzado la carretera y le regala un vistazo a los faros del auto. Es solo un breve instante pero puedo ver sus ojos centellear en medio de la oscuridad.



Y me salta otro recuerdo a la memoria, una escena similar ya la había presenciado en el Desierto Blanco, ahí también me seguía la luna velando las estrellas y volvía aquel lugar de por si extraño en el mismo mare tranquilitatis. Allí también se acercaban los zorros a las fogatas a mostrar sus ojos brillantes.



Pero aquí es Arizona, del otro lado del mundo; aquí la tierra es roja y no blanca, aquí vivieron los navajo y pululan los coyotes. De este lado no necesito un 4x4 y avanzo conforme me plazca por la madrugada.



De pronto llegamos a la zona sagrada de las piedras rojas, ahora tan blanca a la luz mortecina y al hielo que parece etérea, la carretera serpentea extrañas montañas que se cubren de árboles de madera blanca que cierran el paso a la vista de lado y lado, casi como plantar un bosque en pinos grises en medio de un monte de rocas rojas.



Y así es que a mitad de un estrecho puente que une dos gargantas detengo el auto y apago todas las luces. El paisaje fantasmal es casi agarofóbico, como flotar en medio del paisaje de un planeta lejano.



Dan las cinco de la mañana cuando llegamos a nuestro destino, estamos a siete grados bajo cero y ni un alma se mueve por el pueblo incrustado en la montaña. Es un viaje largo, es la primera vez que he manejado en carretera, no he dormido mas que unas horas y no dormiré muchas mas; pero valió la pena.

Thursday, December 15, 2011

"Sì, Mi chiamano Mimì"

Ah! ¿quién tuviera una novia como Mimí?!, se la piense como se la piense acaba resultando ser hermosa. Pero me conformo con oírla cantar toda la mañana su historia en los 4 bellos actos mientras trabajo y me tomo mi consabido expresso. Ambos me hacen la mañana mas brillante.

Aunque eso no quita que este lugar, con todo lo brillante y armonioso que parece ser, esté mas cerca en realidad a alguno de los círculos del infierno. Pero, ¿Donde pondría a cada uno de estos personajes?.


A algunos les asignaría el Limbo pero en definitiva a la mayoría le queda como mandado a hacer el cuarto círculo; el de los avaros que cargan pesos de plomo en el pecho.


Aunque a dos que tres les caería bien la Judesca en el noveno círculo para que los entierren hasta el copete de hielo.