Monday, March 09, 2015

La maquinaria de mis relojes.

Hace mucho tiempo hice algo que nunca había hecho por que nunca antes había tenido dinero suficiente. Me di un regalo de cumpleaños: Un reloj de correa negra y esfera metálica.  

Aquél reloj me gustaba mucho, lo usé hasta que se le rompió la correa por el uso. Al ser un reloj Swatch su correa era única y aunque podía comprar una similar la idea nunca me gustó demasiado. Así el reloj quedó relegado al cajón del olvido.

Después vinieron una serie de relojes que usé durante largo tiempo. Hace algunos meses el último de la lista se estropeó y recordé al viejo reloj de correa negra. Lo saqué dispuesto a cambiarle la pila, la correa y usarlo.

Sin embargo al final decidí ponerlo a la venta, sin saber muy bien el motivo. A este se añadieron otros tres, unos lentes y una pluma Mont Blanc.

Hasta que un comprador me dijo que uno de los relojes era de manufactura Suiza y que casi lo estaba regalando, entonces me sorprendí. Pero no por el hecho de estar haciendo una mala venta, sino porque realmente no me importaba tanto deshacerme de el aún sabiendo de que se trataba. 

Fué así que me di cuenta que estaba deshaciéndome de cosas que en realidad no me pertenecían, aquellos objetos pertenecían a un yo de otro tiempo, con otras cosas en la cabeza y para esa época tuvieron un porqué e incluso una historia digna de recordar:

Por ejemplo: la pluma tenía una historia pintoresca de cuando me acompañaron a llevarla a grabar y los lentes los usé la primera vez que fuí a Río como todo un turista joven e inexperto. Todavía tengo la foto en el signo vial que conduce al Corcovado y estaba allí, sonriéndole al futuro sin poder creérmelo.

Sin embargo, ya no soy aquella persona que llevó a grabar la pluma bajo la lluvia o aquél tipo ingenuo visitando Sudamérica por vez primera.

Recientemente me preguntaron que cosas me llevaría a una isla desierta si no tuviera que preocuparme por la supervivencia, algo así como un destierro a Córcega. Creo que fuera de unos pocos libros y la música no necesitaría nada mas. Y aún así, eso podría dejarlo atrás en el último de los casos.

Fué así como de golpe entendí que para seguir avanzando, tenía que estar dispuesto a dejarlo todo si es posible. Entre lo que se cuenta este blog.

No había comprendido a quienes terminaban sus blogs, pues era el trabajo de muchos años en la mayoría de los casos, al menos hasta ahora. Unos fueron honestos y los cerraron porque aceptaban la autocensura que conlleva tener un público y otros porque ya no eran la misma persona.

Siempre pensé que el blog podría ir evolucionando a la par de los autores, pero veo que no es así. Aunque me encanta escribir aquí, esto se ha convertido en una cápsula del tiempo que constantemente me lleva a 2006 y a años subsiguientes. 

Cada vez que entro veo que ya no queda nadie mas que yo y eso me hace sentir demasiado fuera de lugar. Como aquél que se queda a limpiar después de una fiesta, porque este blog siempre estará  relacionado a lo que alguna vez fué y tiempos que ya pasaron. Si bien no es malo, lo difícil es mirar hacia adelante teniendo tantos años de historia y peso detrás.

El resultado es una serie de post melancólicos intermitentes sobre el pasado y ya no quiero seguir escribiendo eso, al menos no desde esta perspectiva. 

Ya no soy la persona que empezó esta cruzada en 2006. En aquellos años todo era incertidumbre, luego vino el "muchacho ejecutivo" que veían raro los señores de traje en los aviones mientras el aprendía los secretos del oficio. Hoy se que ni soy ejecutivo, ni lo fuí y ahora yo veo raro a los mas jóvenes. Mis intereses son otros.

Es verdad que este blog me ayudó a bordear periodos difíciles cuando lo comencé y otro mas recientemente. Sin embargo, creo que llegó el momento de ponerle un punto final a estos años.

Desde luego que no tiene comprador ni se vendería, pero tampoco pienso desaparecerlo. El blog seguirá aquí hasta que Blogger lo permita, como testigo de algunas de las grandes etapas de mi vida.

No me mal interpreten, me sigue encantando escribir los viernes, en los aeropuertos, en los cafés, pero sobre todo a media noche cuando todo está en calma y fuera de las notas abstractas del jazz antiguo solo queda la cabeza dando vueltas. 
 
Así que lo que sea que haga, donde quiera que esté. No dejaré de escribir los siguientes capítulos de este show al que llamamos vida.

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