Saturday, December 25, 2010

Pata de Perro 22: A mitad del desierto existe una bestia enorme

Partida en dos por un inmenso río  y velada en una sempiterna atmósfera sepia. Porque aquí hay arena en el aire, en la calle, en los autos y pareciera que hasta en las personas.

Afuera reina el mas absoluto caos, que es quizá la única regla áurea que pareciera obedecer la ciudad. Dentro suena un tranquilo adagio que pareciera obra de algún maestro ruso que no de identificar; pero que Guda, mi chofer tararea tranquilamente al tiempo que de abre paso entre el trafico maniaco de las estrechas calles del barrio islámico.

El es el segundo (o quizá el tercer) taxista amante de la música clásica que me ha tocado. Y al igual que sus compatriotas es muy hábil descifrando los rostros de cada gente. Quizá me ha adivinado el cansancio y se le ha ocurrido poner aquel adagio.

Ha sido un día largo, mortalmente  cansado, harto, empolvado y sucio me he encontrado con Guda nuevamente para que me lleve al hotel después de haberme tomado mi tan ansiado café al estilo del medio Oriente en un mercado que en si mismo es una pequeña ciudad hecha laberinto.

El contraste de mi cómodo asiento con el violento caos de las calles es casi estridente. La ciudad entera es in amasijo de edificios polvorientos y decadentes; ya de la primera mitad del siglo en el centro, ya en obra negra y llenos de basura en los circuitos periféricos.

Veinte millones de personas y mucho mas de la mitad vive en la pobreza. Ancianos de barbas blancas arrean asnos que tiran de carretas de lamina que cargan  bultos negros de los que se asoman tímidamente los dos ojos de la mujer que contienen.

Casi puedo entender a toda la legión de estafadores que me asediaron sin parar durante todo el día buscando algo de dinero junto con algún policía corrupto.

A uno de los últimos y al pie de la pirámide de Kefren después de haberme estado preguntando por mas de 20 minutos sin parar: "where are you from?" sin ganas le he respondido: "From far, far away...". Finalmente se ríe y comprende que debe de darse por vencido y se despide amablemente.

Y es que a pesar de la miseria y lo inmensamente desesperados por conseguir algunas libras, la gente en El Cairo es inusualmente cálida.

La antigua ciudad de El Cairo es quizá también la única donde pueda decir que es posible mirar de frente al sol del ocaso protegido por su eterna coraza de arena en el aire.

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