Mucho trabajo, poco dormir y falta de tiempo; como de costumbre. Lluvia, avionazos, relámpagos y truenos; no tan de costumbre.
Con todo, el día valió la pena porque ahí estaba ella: esperando en el aeropuerto, casi un año después; la rubia de Sao Paolo.
Quizá un tanto mas vieja y otro tanto mas cansada pero definitvamente la misma hermosa sonrisa y la misma mirada de aceituna.
Tampoco dejará de sorprenderme y no por el artilugio que me presumió, sino porque me atrevo a pensar que contra todo pronóstico le alegró verme tanto como lo hizo a mí el encontrarme con ella.
Comimos y se retrasaron los dos vuelos, como de costumbre. Se nos escurrió el tiempo sin mas.
Cada día trae sus propias sorpresas.
Y al final para abordar se despidió con un gran abrazo que me dió escalofríos.
Bon voyage mademoiselle!.
Con todo, el día valió la pena porque ahí estaba ella: esperando en el aeropuerto, casi un año después; la rubia de Sao Paolo.
Quizá un tanto mas vieja y otro tanto mas cansada pero definitvamente la misma hermosa sonrisa y la misma mirada de aceituna.
Tampoco dejará de sorprenderme y no por el artilugio que me presumió, sino porque me atrevo a pensar que contra todo pronóstico le alegró verme tanto como lo hizo a mí el encontrarme con ella.
Comimos y se retrasaron los dos vuelos, como de costumbre. Se nos escurrió el tiempo sin mas.
Cada día trae sus propias sorpresas.
Y al final para abordar se despidió con un gran abrazo que me dió escalofríos.
Bon voyage mademoiselle!.
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