El encargo en sí era llevar a al gato al
veterinario, uno de esos animales comunes con antifaz blanco y guantes blancos.
El problema era que carecía de una jaula
transportadora adecuada y tuve envolverlo (no sin ayuda) con una venda bien
apretada hasta dejarlo en posición sentada tan inmóvil y derechito como un
bastet egipcio.
Una vez hecho esto lo metí dentro de la bolsa que
traen por estuche mis audífonos y esta a su vez dentro de una bolsa de
supermercado. La cuál a su vez rompí porque creí que el animal podría ahogarse.
De algún lado de la calle salió mi
"socia" quién me dijo que era hora de ir a asaltar el banco. Aunque
no recordaba haberla visto antes en mi vida, si recordaba que había acordado
con ella ir a asaltar un banco.
Me dije que tenía que revisar más a detalle mi
agenda antes de hacer compromisos.
- Bueno, pero rápido porque tengo que llevar al
gato a la veterinaria-. Le dije.
- Es cosa de unos rápidos disparos y de acordarte
de tu NIP personal. Además lo podemos pasar mientras nos damos a la fuga-. Y me
dio una especie de Kalashnikov aunque sabía que no era una Kalashnikov porque
no tenía el cartucho curvo.
-Son las que usan los del escuadrón antirrábico.
No fallan-. Me dijo.
Así que subimos las escalinatas de granito,
traspasamos las enormes y pesadas puertas de cristal y ella gritó:
"Yadi-Hooo!".
Y esa era la señal para disparar las armas por
todo el enorme lugar de mármol y bronce.
Los enormes ventanales, las ventanillas, las
estatuas renacentistas (de osos, pavorreales, pulpos, sátiros, faunos, hombres
musculosos en posiciones bucólicas, los astrolabios de latón (había cientos de
ellos en cientos de escritorios), almanaques, pilas de papel... todo. Todo salía
volando por los aires convertido en astillas.
- Te emocionaste disparando y tuve que sacar los
billetes yo sola-. Ups!. Cinco o seis costales como de boxeo pero rellenos de
billetes estaban en la entrada del lugar. Los acarreamos a un camión blindado de
esos que reparten y recolectan dinero que casualmente estaba estacionado
enfrente del banco y casualmente tenía las puertas traseras abiertas.
- Estamos de suerte! Tiene pintada la bandera de
Jamaica!-.
Su conductor estaba comprando un hotdog en un
carrito de hotdogs como los de Nueva York. Así que agarré una escopeta y volé
en pedazos el carrito (y en cámara lenta). El tipo de había arrojado al
piso aproveché para quitarle las llaves.
- Corre!! Corre!! Que vienen los húsares!-.
- Esos no son húsares, son policías del EDAF-.
- ¿Que demonios son los policías del EDAF?-.
- Pues la editorial española mujer!-.
- Claro que no, esos ya los descontinuaron-.
- No! y no nos vamos de aquí hasta saber si son
los policías o los húsares. Además los húsares pasaron de moda en el siglo
XIX-.
- Ya vámonos! ¿Que más da?-.
- Que si son los húsares nos van a cobrar una
multa y no nos van a hacer válido el cupón y son los policías van a querer que
les compremos un boleto para la rifa del toro azul y ni posibilidad va a haber
de que nos de una medalla el gobierno de Jamaica!-.
- Pues yo soy embajadora de Jamaica y reconozco
un húsar cuando lo veo-.
- Que no existen!-.
- No, espera. Son de la legión de Camaleones! eso
son los peores-.
Fueran camaleones, húsares o la policía del EDAF,
una fila interminable de patrullas venía circulando a toda velocidad por la
estrecha calle con las sirenas ululando a todo pulmón y arriba de ellos una
docena de helicópteros.
Los dos motores del camión blindado rugieron al
pisar el acelerador a fondo y a diferencia de la mayoría de los sueños donde
los escapes son lentos y angustiosos; aquí de un potente salto arrancó a correr
a una velocidad de vértigo.
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