Wednesday, March 07, 2012

El Zar de la Pornografía

Por extraño que parezca, durante todo el tiempo que lleva rodando este blog siempre me ha eludido publicar este post. Ya sabemos que existe el zar antidrogas, el zar del combate a la delincuencia, el zar de la cultura y hasta el zar de Rusia. Pero ¿que tal el Zar de la Pornografía?.

Con discreto orgullo sostentaba yo aquel título no oficial en mis épocas de secundaria solo para hombres, justo antes del advenimiento del internet.


Todo comenzó creo con el calendario de Glora Trevi del ´94, el cuál conseguirlo en si fué toda una odisea pues tuve que recorrer clandestinamente todos los puestos de revistas de la colonia y para mi mala suerte una legión de mecánicos y albañiles me había dado baje.


Me tomó cerca de de un mes juntar el dinero y cerca de otro conseguirlo, al final una viejita maligna me lo consiguió, pero esa era la parte fácil; la difícil era cargar semejante tabla tamaño doble carta o mas grande a mi casa sin ser descubierto. Tuve que ingeniar un improvisado sistema de bolsas negras unidas con grapas, calcular el momento en que mi casa estuviera sola y tener la menor cantidad de testigos.


Con todo aquel calendario de proporciones épicas y extremadamente difícil de conseguir, se volvió la joya de la corona de mi porno. No porque trajera desnudos o escenas sexuales explícitas, sin mas bien el morbo de aquellas fotografías y el riesgo que había corrido para llevarlo a mi guarida y mantenerlo escondido.


Mi primer porno fué una Playboy del mes en turno y mi sorpresa fué mayúscula al darme cuenta que las mujeres también tenían vello púbico!. Una vez superado el susto inicial la colección fué aumentando, aunque me desconcertaban aquellas revistas pues sus chistes eran demasiado finos y enigmáticos, la mayor parte de sus artículos no los entendía y la entrevista a José Sulaimán del mundo del boxeo no encajaba allí a mi parecer.


Eventualmente comencé a añadir VHS a la colección y encontré un dealer en la fayuca de por mi casa que me cambiaba las pelílculas que casualmente encontré de regreso a mi casa una vez que tuve la libertad de regresarme solo de la escuela.


Aquellas misiones clandestinas de comprar porno iban cargadas de adrenalina, porque al estar en un colegio tan estúpidamente conservador y católico eran el equivalente a armas demoniacas o heroína de la mas fina calidad y aquellos pobres que eran atrapados en posesión de semejantes objetos eran presas de los mas severos castigos.


Día tras día escuchabamos las letanías sobre lo sucio, enfermo, dañado y maligna persona que eras si te encontraban una porno. Poco antes de que mis hormonas estallaran en la adolescencia en verdad que veía feo a mis compañeritos que eran capturados con porno e incluso aprobaba el chantaje de algunos maestros que no los reportaban para hacerlos estudiar el doble, cuál policías corruptos.


Pero llegó la pubertad y el mandamiento de no cometer actos impuros fué lentamente apuñalado y desangrado por mis hormonas.


Así, sin darme cuenta había juntado ya una rechoncha caja de material variado; entre mis joyas había un libro que describía historias eróticas de pareja, era mas un terrible intento de consejos de parejas pero a mi me daba morbo.


Eventualmente comencé a compartir parte de mi material con mis compañeros y caí en la cuenta de que mi pornografía era bastante cotizada. Me gustaba el intercambio, era como intercambiar tarjetas de superhéroes solo que estas te prendían.


Así aprendí que había mas opciones a las playboy y a las revistas calientes de papel revolución. Como la "Bueníssima", a la cuál podría describir como la madre de la revista H aunque de mucho menor calidad, quizá por eso nunca me pareció a la altura porque no contenía desnudos explícitos ni eran fotos eróticamente funcionales. Había otras pero ya no recuedo su nombre.


Hasta que un día llegó a mis manos una oportunidad única: la madre de un tipo descubrió la locación "secreta de sus revistas" y lo obligó a regalarlas todas. Ahora que lo pienso si eres puritana no tiene mucho sentido eso, mas bien debería haberle dicho que las tirara. En cualquier caso yo me apunté e invertí todo un día en ir junto con otros amigos a la casa de este tipo.


Al final nos repartimos el botín entre dos como aves de rapiña, metí tanto material como pude y una vez en casa comencé a clasificarlas, había sido un buen golpe pues entre tantas encontré lo que tanto se rumoreaba en esos días, que el tenía el especial de Playboy de Baywatch incluída Pamela Anderson que en esos días era un sex symbol local.


Poco tiempo después mi amigo fué atrapado y lo obligaron a tirar su material, por lo que solo quedaba yo. Así que me decidí a hacerla en grande: vendería porno al pormayor.


El negocio fué abierto en popa, vendía, cambiaba y revendía VHS, Revistas y hasta un audiocassette. Las películas eran lo mas fácil, podía clonarlas a partir de un master. Las revistas siempre iban rolando previa comisión.


El tráfico se volvió tal y con el el número de incautos que eran atrapados, que empezaron los ataques de pánico por parte de las autoridades escolares. De pronto comenzaron a organizar cateos sorpresa.


En un principio me alarmé, pero en poco tiempo caí en cuenta que en realidad no perseguían a un traficante de porno, ya que daban por hecho que todo mundo la compraba por su cuenta y los caídos no habían sido clientes directos míos. Yo abastecía a unos pocos de confianza y ellos seguían rolando material como de costumbre.


Tampoco mis compañeros se ayudaban mucho a sí mismos, recuerdo una vez en clase de inglés rolaban una revista escondida en un cuaderno en primera fila y la misma se resbaló en el pasillo y enfrente de la maestra. Por fortuna para ellos se hizo la loca y se dió la vuelta.



Aún así los castigos ejemplares acobardaban a muchos. Yo no tenía miedo, era el niño mejor portado de la escuela, 10 perfecto en conducta, tímido, buenas calificaciones. Nadie sospechaba de mí en lo mas mínimo porque tenía la máscara pefecta.



Tampoco era especialmente difícil sacarle la vuelta a aquellos sujetos, en previsión a cualquier incidente solo llevaba la mercancía justa a vender en la mochila, lo hacía rápido y cuando se vaciaba el salón de clases y fingiéndome el espantado y nervioso, siempre como si fuera la primera vez. Porque todos creían en mi máscara y si alguno era detenido bajaban las posibilidades de que me quisiera inclulpar por ese falso sentimiento paternalista.


En algún tiempo pensé en organizar un pequeño grupo "100% seguro" para abastecerles en grande, pero significaba perder mi bajo perfil y me convenía mas a la larga permanecer en las sombras.


Las autoridades escolares confiaban tanto en mí que nunca habían cateado mi mochila, claro para la hora previsible de los cateos ya nunca tenía material sucio en ella. En pequeña escala, pero supongo que así deben sentirse los asesinos en serie o los traficantes, superiores al sistema.


Siempre creí que estuve a salvo pero me equivocaba: por unos tres meses estuve cargando sin siquiera saberlo mis dos revistas favoritas en la mochila, perdidas de mi atención y conocimiento, revueltas entre el muladar que era habitualmente mi mochila. Cuando descubrí la gran metida de pata que había hecho me he de haber puesto blanco y como quiera que sea, al siguiente día me tocó un cateo luego de que por joder otros pidieron que a mi me revisaran mi mochila. Se que en realidad lo hicieron porque creían que no traía nada; si hubiera sido un día antes todo se hubiera vuelto un desastre.


Así terminó la secundaria y mis clientes me decían el Zar de la Pornografía, pero no todo es para siempre y en previsión de que en la preparatoria entrarían las chicas y el internet con su porno gratis crecía rápidamente me decidí a cerrar el negocio a lo grande.


Comencé a dejar de cambiar videos, pura venta y las revsitas las rematé, una a una fueron cayendo en manos sustitutas hasta que mi carrera de traficante se terminó con el acto mas simbólico: Ya recién empezada la venta mi último ejemplar vendido fué el mas caro y cotizado y el que nunca quize ceder: La Playboy de Baywatch y se la llevó el que siempre me insitió en comprarla. Esperó 2 o 3 largos años para tenerla y al final lo logró.



Ya no tenía caso venderle porno a nadie, todos andaban cazando lo que siempre nos había faltado: chicas. Los que no, tenían internet y solo quedaban los pervertidos de corazón, pero esos emigraron al hentai y un recién llegado se encargó de tomar el trabajo.


Por mi parte me quedé con mis dos o tres pornos favoritas y el calendario monumental de la Trevi. En esos días que no podías cambiar el porno con un click no te aburrías tan fácil con lo mismo, pero 2 o 3 años ya las habían dejado sin ningun atractivo. Al final, fué mi primer novia la que se encargó de que perecieran unas desterradas en los basureros del politécnico y el calendario entre las paredes de ambas casas, supongo que a estas alturas ya debe estar mas que degradado. Claro no porque se las haya mostrado, sino porque ya no tenía caso tenerlas.

1 comments:

Anonymous said...

jajaj excelente historia me identifico contigo

La vieja escuela ...